domingo, junio 20, 2010

El alma y el vilo, una mala yunta

Alberto Cortez es autor de un poema llamado “Con el alma en vilo”, que canta en su primera estrofa estos versos que siguen a continuación:

“¡Qué duro es este asunto de vivir
con el alma en vilo!,
pendiente de que pueda devenir
algo sombrío,
un choque un atentado alguna acción
inesperada,
que pueda involucrarnos sin razón
como si nada”.


Este poema lo interpreta el propio autor en un disco llamado “Identidad”, que vio la luz en el año 2005.

Ese año fue el de Katrina, un terrible huracán que dejó miles de muertos en Estados Unidos. También fue el año de los atentados del metro de Londres. Fue el año en el cual, en una estampida, murieron cientos de personas en un puente en Bagdad tratando de escapar de una supuesta alarma por amenaza terrorista. Ese mismo año un terremoto afectó grandemente la región de Cachemira. Además, en el 2005, fue asesinado el primer ministro del Líbano, falleció Juan Pablo II, y un montón de cosas más.

¿Es la letra del poema casualidad?, ¿reclamo?, o ¿canto “desesperado” de un artista que probablemente como todos se sienta impotente ante tanta barbaridad?

En esta parcial lista de desastres hay algunos naturales, como los terremotos, los huracanes o los fallecimientos de gente que vivió y dio lo que pudo, mucho o poco. Pero hay otros que gratuitamente nos tiramos “nosotros mismos” por la cabeza, como los atentados, los asesinatos, la reacciones descontroladas ante amenazas supuestas de locura que nos creemos porque son mucho más posibles que imaginarias.

¿No nos alcanza con las catástrofes naturales? ¿No nos alcanza con haber “evolucionado tanto” sin ser aún capaces de predecir terremotos y evitar los efectos de los huracanes, que tenemos que gastar energías en destruirnos en vez de en reconstruir o proteger? ¿Será que nos da envidia el in-intencionado poder destructivo de la naturaleza y queremos competir con ella tratando de sobrepasarla?

Parece que a lo duro de vivir con el alma en vilo por lo que no podemos evitar, le agregamos lo que sí podríamos pero…

“Con el alma en vilo viene a ser
saber y no saber
andar como perdido”.


Y andamos como perdidos, pero en gran medida por cerrar los ojos y no querer saber adonde vamos, por no querer saber qué pasa a nuestro alrededor. Andamos como perdidos por hacer cosas a otros –o no hacer, ignorando miserias ajenas que podríamos ayudar a resolver– que los pierden y desesperan al punto de hacerlos sentir que sólo pueden reaccionar haciéndonos perder.

“Con el alma en vilo viene a ser
mirar y no saber
quién viene o quién se ha ido”.


Miramos sin mirar. Miramos sólo lo que queremos ver y por lo tanto no vemos lo que tal vez, si mirásemos, podríamos ayudar a corregir para que nadie tenga que vivir con el alma en vilo. La falta de solidaridad, el egoísmo, el egocentrismo, lo terminamos pagando con incertidumbre, con temor, con angustia.

“Con el alma en vilo
al corazón le sobran desazón
pesar y desatinos.
Con el alma en vilo la razón
se torna sinrazón
un arma de dos filos”.


Con el alma en vilo los desatinos son moneda diaria. Con el alma en vilo no hay razón que valga porque las razones son parciales, son sectarias, son incompletas. Las razones con el alma en vilo no son razones, son excusas.

“¡Qué duro es este asunto de vivir
con el alma en vilo!”


Tal vez se pueda des-envilar el alma, tal vez podamos mirar para los costados y trabajar juntos –aunque más no sea en alguna cosa–, para no tener que esperar reacciones desesperadas de los que nos rodean.

Tal vez para no tener que vivir con el alma en vilo podríamos pensar en ser más comprensivos, más comunitarios, más inclusivos.

Tal vez algún día nos terminemos de dar cuenta que vivir bien es una ilusión transitoria si ese bienestar no es general. Tal vez algún día podamos descansar de las consecuencias de nuestras propias idioteces.

Tal vez, tal vez…



J. R. Lucks




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