domingo, junio 27, 2010

Rescatar a la nobleza

Hace unos días no tenía nada mejor que hacer que ponerme a pensar –lo cuál por suerte me pasa muy seguido–, y fue así que vino a mi mente la palabra nobleza, su significado e historia.

Nobleza viene del latín nobilis, que se deriva a su vez del verbo noseo y del adjetivo notus, queriendo decir respectivamente «conocer» y «conocido». En su orígen noble era el que se distinguía por sus hechos virtuosos entre los demás hombres, y por lo tanto era deseable que su “notable” conducta se conociese, pudiendo así convertirse en un modelo a seguir.

Si bien esto significa, la cosa fue cambiando y noble terminó siendo aquel que heredaba títulos de algún antepasado, el cual –tal vez– había realmente merecido el “mote de”. Como muchos de estos herederos más que nobles –y por ende potenciales modelos para otros– terminaron convirtiéndose en parásitos –ejemplos de lo que no hacer–, la palabra, y de alguna forma la “institución”, cayeron en desgracia.

Se dejó de lado el concepto de noble para referirse al que con mérito y razón debía ser notado por los demás, comenzando a utilizarse el término famoso –lo cual en realidad no es lo mismo– para nombrar al que lograba hacerse conocido públicamente.

Fama también viene del latín pero quiere decir rumor, voz pública. El estatus de famoso se alcanza cuando la gente habla de uno; pero lo cierto es que para que se hable de uno no hace falta ser bueno, modelo de vida, o noble; también se habla de –y son famosos– los ladrones, los grandes asesinos, los tiranos y dictadores, los políticos corruptos, etcétera. Se puede ser famoso por lo bueno, y también –desgraciadamente cada vez más– por lo malo.

Entonces, y siendo que en muchos cuentos de hadas los nobles en sus bravos corceles rescatan princesas prisioneras o pueblos sometidos por villanos, ahora que el concepto de nobleza pareciera en gran medida haber quedado sólo asociado a algunas pocas familias herederas en vías de extinción –desde lo noble al menos–, es que se me ocurrió proponernos rescatar nosotros a la nobleza en el sentido original del término. Noble, notable, modelo, debería ser –nuevamente– el que por sus hechos virtuosos se distingue de entre los demás.

Hoy en día para muchos, notable –mezclando incorrectamente el concepto de fama con el de nobleza– es el que hace más ruido, el que escandaliza más en programas de chimentos, el que retorna de “lugares” a los cuales nunca debió haber llegado o de conductas que nunca debió haber tenido, el que más colágeno y siliconas se pone, etcétera. El verdadero sentido de la nobleza en cambio, de la que implica que alguien se haga digno de ser conocido y deba ser considerado notable y modelo a seguir, es mucho más profundo y afortunadamente dependiente de uno mismo que de los rating televisivos. Un antiguo proverbio nos lo define con gran claridad:

“La verdadera nobleza consiste en ser superior a nuestro yo previo”.

Pero no se refiere el refrán a que el próximo escándalo sea más escandaloso que el anterior, o que la próxima sobredosis sea mayor y más peligrosa que la próxima pasada. La nobleza se construye intentando ser superiores a nuestro yo previo, pero buscando mejorar constantemente en función de lo que es bueno para el hombre en sociedad, no para el hombre en soledad.

¿Cuáles son hoy los valores contra los que se debería medir la verdadera nobleza? ¿A qué le damos valor y a qué le deberíamos dar valor en la sociedad actual, como para asignar roles de modelo de vida y no de modelaje de pasarela?

¿Estamos en un pozo en ese sentido? ¿Tiramos la sociedad al mismo hoyo en el que echamos hace algunos años las cabezas de los pseudo nobles que la perdieron en la Revolución Francesa y otras por el estilo?

No creo… no quiero creerlo… Siempre hay tiempo de reaccionar, al menos eso. Muchos vienen detrás de nosotros en la línea del tiempo; tal vez formemos parte de generaciones que perdieron ciertos valores, pero es igual de verdadero que las nuevas pueden aprender diferente.

Empecemos a ser nobles resucitando valores –aunque más no sea en familia–, que nos permitan rescatar a la nobleza. Verdad, honor, compromiso, trabajo, consideración, respeto, solidaridad, coraje… algunas palabras para pensar, términos que alguna vez hicieron de alguien un noble.

La nobleza en el noble perdura, porque cuando uno es bueno así se queda; la fama es en cambio pasajera, porque un día se habla de uno y al otro día de otro. Aspiremos a la nobleza de espíritu, a la nobleza de corazón, y no nada más a la fama. Con sólo desearlo ya comenzamos a recorrer el camino, y cada paso pide otro, y otro más, porque –y en el buen sentido– es verdad también lo que este otro refrán asegura:

“Nobleza obliga”.


J. R. Lucks





Volver al inicio

Por favor deje sus impresiones dando “click” sobre la palabra comentarios debajo de la fecha de publicación. Muchas gracias.

domingo, junio 20, 2010

El alma y el vilo, una mala yunta

Alberto Cortez es autor de un poema llamado “Con el alma en vilo”, que canta en su primera estrofa estos versos que siguen a continuación:

“¡Qué duro es este asunto de vivir
con el alma en vilo!,
pendiente de que pueda devenir
algo sombrío,
un choque un atentado alguna acción
inesperada,
que pueda involucrarnos sin razón
como si nada”.


Este poema lo interpreta el propio autor en un disco llamado “Identidad”, que vio la luz en el año 2005.

Ese año fue el de Katrina, un terrible huracán que dejó miles de muertos en Estados Unidos. También fue el año de los atentados del metro de Londres. Fue el año en el cual, en una estampida, murieron cientos de personas en un puente en Bagdad tratando de escapar de una supuesta alarma por amenaza terrorista. Ese mismo año un terremoto afectó grandemente la región de Cachemira. Además, en el 2005, fue asesinado el primer ministro del Líbano, falleció Juan Pablo II, y un montón de cosas más.

¿Es la letra del poema casualidad?, ¿reclamo?, o ¿canto “desesperado” de un artista que probablemente como todos se sienta impotente ante tanta barbaridad?

En esta parcial lista de desastres hay algunos naturales, como los terremotos, los huracanes o los fallecimientos de gente que vivió y dio lo que pudo, mucho o poco. Pero hay otros que gratuitamente nos tiramos “nosotros mismos” por la cabeza, como los atentados, los asesinatos, la reacciones descontroladas ante amenazas supuestas de locura que nos creemos porque son mucho más posibles que imaginarias.

¿No nos alcanza con las catástrofes naturales? ¿No nos alcanza con haber “evolucionado tanto” sin ser aún capaces de predecir terremotos y evitar los efectos de los huracanes, que tenemos que gastar energías en destruirnos en vez de en reconstruir o proteger? ¿Será que nos da envidia el in-intencionado poder destructivo de la naturaleza y queremos competir con ella tratando de sobrepasarla?

Parece que a lo duro de vivir con el alma en vilo por lo que no podemos evitar, le agregamos lo que sí podríamos pero…

“Con el alma en vilo viene a ser
saber y no saber
andar como perdido”.


Y andamos como perdidos, pero en gran medida por cerrar los ojos y no querer saber adonde vamos, por no querer saber qué pasa a nuestro alrededor. Andamos como perdidos por hacer cosas a otros –o no hacer, ignorando miserias ajenas que podríamos ayudar a resolver– que los pierden y desesperan al punto de hacerlos sentir que sólo pueden reaccionar haciéndonos perder.

“Con el alma en vilo viene a ser
mirar y no saber
quién viene o quién se ha ido”.


Miramos sin mirar. Miramos sólo lo que queremos ver y por lo tanto no vemos lo que tal vez, si mirásemos, podríamos ayudar a corregir para que nadie tenga que vivir con el alma en vilo. La falta de solidaridad, el egoísmo, el egocentrismo, lo terminamos pagando con incertidumbre, con temor, con angustia.

“Con el alma en vilo
al corazón le sobran desazón
pesar y desatinos.
Con el alma en vilo la razón
se torna sinrazón
un arma de dos filos”.


Con el alma en vilo los desatinos son moneda diaria. Con el alma en vilo no hay razón que valga porque las razones son parciales, son sectarias, son incompletas. Las razones con el alma en vilo no son razones, son excusas.

“¡Qué duro es este asunto de vivir
con el alma en vilo!”


Tal vez se pueda des-envilar el alma, tal vez podamos mirar para los costados y trabajar juntos –aunque más no sea en alguna cosa–, para no tener que esperar reacciones desesperadas de los que nos rodean.

Tal vez para no tener que vivir con el alma en vilo podríamos pensar en ser más comprensivos, más comunitarios, más inclusivos.

Tal vez algún día nos terminemos de dar cuenta que vivir bien es una ilusión transitoria si ese bienestar no es general. Tal vez algún día podamos descansar de las consecuencias de nuestras propias idioteces.

Tal vez, tal vez…



J. R. Lucks




Volver al inicio

Por favor deje sus impresiones dando “click” sobre la palabra comentarios debajo de la fecha de publicación. Muchas gracias.

domingo, junio 13, 2010

Que no los agarre la lluvia

No hace mucho escuche de un amigo esta historia, quién a su vez la escuchó de alguien que decía haberla escuchado por ahí. Dice así:

“Dos personas llegan a su lugar de trabajo completamente mojados. La recepcionista del lugar pregunta:
- ¿Qué les pasó?
Uno de ellos contesta:
- ¡Me agarró la lluvia!
El otro, casi al unísono con el primero, responde en cambio:
- No me acordé de traer el paraguas”.


Interesante ¿no? El mismo fenómeno natural a uno de ellos lo “agarró”, lo hizo víctima de algo “inevitable”. Este primero “sufrió” la lluvia, algo externo afectó su vida. El otro, en cambio, contesta revisando su conducta. Se hace protagonista de la “mojadura”. Sin dudas toma nota, y se da a sí mismo la posibilidad de tal vez aprender algo para la próxima.

¡Que gran diferencia! Vivir la vida como víctima, o como protagonista. Buscar terceros responsables de nuestras calamidades; o tratar de entender que hacer para evitarlas, esquivarlas, transformarlas en algo –de ser posible– aprovechable.

¿De qué lado estamos? ¿Del lado de aquél al que siempre lo agarra la lluvia, o del que se sabe con al menos cierta chance de prevenirlas?

Estas ideas me hacen acordar de un par de refranes que expresan básicamente lo mismo. Uno de ellos, tal vez el más conocido, aconseja:

“Mira la viga en tu ojo, antes que la paja en el ajeno”.

El otro asegura:

“El jorobado no ve su joroba, sino la ajena”.

Mucha gente se comporta así, “excéntricamente”, o sea buscando en el exterior causas malignas o terceros responsables… en vez de mirar cuál podría ser su capacidad o posibilidad de cambiar las cosas.

Es muy fácil ver defectos en otros, culpas en factores externos, victimizarse ante situaciones aparentemente incontrolables. Es en cambio más bien difícil mirarse críticamente en un espejo, reconocer faltas o desidias que nos llevan a quedar en posiciones de culpa o responsabilidad.

Pues la verdad es que prefiero ser culpable antes que víctima. Como culpable –o responsable– podré pedir perdón e intentar hacerlo mejor la próxima vez. Como víctima, en cambio, no se está más que esperando el golpe, el mal, el sufrimiento.

Hay otro refrán que, siento, tiene una buena relación con este tema. El mismo me gusta mucho y dice:

“El mundo es para los osados, no para los callados”.

Rebelarse contra uno mismo y sus incapacidades temporales es de osados. Asumir responsabilidad y protagonismo es de osados. Pretender hacer al mundo, en vez de sufrirlo, es de osados. Victimizarse es de callados. Me gusta creer que en grandísima medida el destino se hace –con la osadía de creer que se puede, al menos en parte–, y no que sólo se debe esperar por él, callado. Al que nada más espera es muy probable que le llegue cualquier cosa. El que trata de hacer, en cambio, incrementa mucho las posibilidades de lograr lo que quiere, en vez de cualquier cosa.

Pero si esto de hacer el destino resulta demasiado, si no hay ánimo de ser del todo osado, al menos debería tenerse en cuenta este otro refrán para evitar lluvias que mojen:

“Más vale prevenir que curar”.

Siempre se puede cambiar, sólo hay que pasar de víctima –de uno mismo– a protagonista de la propia vida; sin importar cuanto tiempo se haya dejado ir ya, porque también es muy cierto que:

“Más vale tarde que nunca”


J. R. Lucks



Volver al inicio

Por favor deje sus impresiones dando “click” sobre la palabra comentarios debajo de la fecha de publicación. Muchas gracias.

domingo, junio 06, 2010

Pensar el tiempo, porque no para

Bersuit Vergarabat –un grupo de rock argentino–, en un tema llamado “El tiempo no para”, canta entre otras cosas:

“Yo veo el futuro repetir el pasado
veo un museo de grandes novedades”.


Pensar el en tiempo es querer pensar en algo que está fuera de nuestro alcance; porque de hecho el tiempo lo está. No podemos manejarlo, sólo medirlo. Una distancia se puede recorrer, una altura se puede subir… el tiempo sólo se puede ver transcurrir. El pasado ya se fue, el futuro nunca sabemos si va a pasar (o si vamos a estar para verlo), y el presente es ese instante que cuando queremos decir: “ahora es”, acaba de transformarse en pasado.

Según la física moderna el tiempo y el espacio forman un entramado en el que nos movemos, y por lo tanto somos espacio y tiempo; lo que sucede es que a las dimensiones espaciales las podemos palpar, pero al que parece no parar no.

Inventamos relojes, decidimos llamar día al tiempo que transcurre entre que vemos al sol pasar dos veces –más o menos– por el mismo lugar, y año a lo mismo que al día pero en un ciclo más largo. Hasta nos animamos a decir que día y año tienen “inicio” y “fin”; y contamos cuantos pasan, y celebramos comienzos y finales de días, años y épocas, como si fuesen realmente algo más que una convención inventada por nosotros mismos.

Y el tiempo no para; ni se acelera ni se detiene. Aunque cuando jóvenes queramos acelerarlo para poder hacer lo que vemos hacer a otros más grandes, porque nos “quema” crecer para poder ser independientes, o para alcanzar aquello que nos gusta o causa deseo. Queremos que el tiempo pase para lograr lo que nos propusimos, y eso nos mueve, nos motiva… pero sin lograr acelerar nada. Cuando somos mayores queremos en cambio detenerlo, y ahora entre operaciones, estiramientos, tinturas y métodos varios, tratamos de engañarnos a nosotros y a los demás haciendo la pantomima de que podemos detener “algo” que no se detiene.

¿Será que el tiempo no para?… o será que el tiempo está parado y somos nosotros los que no nos detenemos…

¿Será que el futuro repite el pasado?, o seremos nosotros los que cometemos una y otra vez los mismos errores, o buscamos alegrías idénticas a las que ya conocimos porque no nos animamos a conocer otras.

Vivimos la vida mirando lo que hacen otros. Observando los errores que cometen, pero creyendo que nosotros lo haremos mejor; envidiando (sana o insanamente) sus aciertos, e intentando replicarlos. ¿Será entonces posible para la vida no ser otra cosa que un museo de grandes novedades? ¿Será que hay un solo argumento –o unos pocos– y que todos tratamos de protagonizarlo repitiendo sin cesar las mismas escenas?

Pensar en el tiempo es pensar en algo que está fuera de nuestro alcance, por eso para los fanáticos del pensar –como yo y seguramente como usted, que si llegó hasta acá sin aburrirse tanto como para dejar de leer debe compartir el fanatismo–, el tema del tiempo es tan maravilloso.

Si el tiempo no para, si el tiempo no se puede “controlar” más que con la ilusión de medirlo con convenciones inventadas que se podrían cambiar sólo con ponernos de acuerdo, entonces lo que podemos hacer con el tiempo es pensarlo. Pensar en qué pasó aunque no podamos cambiarlo, pensar en qué vamos a hacer aunque no sepamos si vamos a estar para hacerlo. Hacer en el presente lo que en el pasado pensábamos hacer en el futuro, que ahora es presente pero que cuando lo pensábamos no.

No es del todo éste el mensaje de la canción, pero sí es éste el mensaje de la canción. Si el tiempo no para paremos nosotros. Si no podemos manejar al tiempo manejémonos nosotros en el tiempo, eso si se puede. Que el tiempo no pare, que no podamos controlarlo, no quiere decir que no podamos decidir que hacer mientras el mismo pasa.

Si nosotros no decidimos alguien decide por nosotros. Y lo peor que nos pudiera pasar es haber llegado al futuro, mirando nuestro pasado, sólo para descubrir que lo único que hicimos fue dejar pasar el tiempo.


J. R. Lucks





Volver al inicio

Por favor deje sus impresiones dando “click” sobre la palabra comentarios debajo de la fecha de publicación. Muchas gracias.