Hoy quiero hablarles algo de política, pero no para deprimirlos, sino para que se rían un poco y tal vez hasta para dejar una luz de esperanza. En algunas columnas del año pasado, trajimos citas de autores como Jonathan Swift, irlandés, o Mark Twain, norteamericano, los cuales, si bien conocemos por distintas obras supuestamente para niños, o por trabajos literarios de ficción, lo cierto es que eran autores críticos de sus realidades, y por sobre todo de sus gobiernos y de la justicia imperante en sus épocas.
Hoy rescato a un autor similar llamado Ambrose Bierce. Un estadounidense de fines del siglo XIX, que fue periodista, escritor de cuentos y pequeños relatos. Muy, pero muy crítico de su época, y brutalmente satírico. Una de las cosas que escribió, es un diccionario llamado: El diccionario del diablo (a). Es una versión personal, en la cual él define algunos términos desde su punto de vista crítico. Extraje algunas de estas definiciones que tienen que ver con la política y la diplomacia, para tener una idea clara de cómo pensaba este hombre. Van así:
Política: Conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios. Manejo de los intereses públicos en provecho privado.
Conservador: Dícese del estadista enamorado de los males existentes, por oposición al liberal, que desea reemplazarlos por otros iguales o peores.
Delegado: (También conocido como “Ñoqui” en algunos países sureños). Pariente de un funcionario. El delegado es, por lo general, una persona con un intrincado sistema de telarañas que bajan de su nariz a su escritorio. Cuando algún ordenanza lo golpea accidentalmente con la escoba, despide una nube de polvo.
Cónsul: En política, persona que no habiendo podido obtener un cargo público por elección del pueblo, lo consigue del gobierno a condición de abandonar el país.
Diplomacia: Arte de mentir en nombre del país.
Candidato: Caballero modesto que renuncia a la distinción de la vida privada, y busca afanosamente la honorable oscuridad de la función pública.
Candidatear: Proponer una persona adecuada para que sea enlodada y abucheada por la oposición.
Bolsillo: Tumba de la conciencia.
Difamar: Atribuir maliciosamente a otro, vicios que no hemos tenido la oportunidad de practicar, aún.
Interesante ¿no? Alguien que llega a pensar así de la política, no lo hace por casualidad, debe tener que ver con una gran decepción, con vivir en un lugar en la que impera la corrupción, la injusticia, etcétera.
Bueno, pero como acá contamos cuentos, voy a contarles algo del amigo Ambrose. Éste en particular relata los comienzos de la democracia en un país que la copia de otros, evidentemente más maduros. La esperanza, es que tal vez con el tiempo, y la práctica, la cosa se estabiliza y se transforma en algo decente. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia:
“El tirano de turno de Acasehaceloqueyodigolandia, que había estado en el extranjero para estudiar la ciencia del gobierno, designó a un centenar de sus súbditos más gordos, miembros de un parlamento que se suponía, debía legislar. A cuarenta de ellos los nombró: Partido de la Oposición, y dispuso que su Primer Ministro los instruyera cuidadosamente en la tarea de oponerse a toda iniciativa. Sin embargo, el primer proyecto puesto a votación fue aprobado por unanimidad. Muy descontento, el rey lo vetó, informando a los miembros de la oposición, que si volvían a hacer eso, pagarían con la cabeza. En el acto, los cuarenta opositores se suicidaron.
-¿Y ahora? -preguntó el rey- Es imposible mantener las instituciones liberales sin un Partido de Oposición.
-No hay problemas -replicó el Primer Ministro-, es cierto que esos perros de las tinieblas ya no tienen sus credenciales, pero no todo está perdido. ¡Yo se lo arreglo jefe!
Seguidamente el Primer Ministro hizo embalsamar y rellenar de paja los cadáveres de los opositores y los clavó a las bancas legislativas. En lo sucesivo, cada ley fue aprobada con cuarenta votos en contra, y la nación prosperó. Pero un día el ejecutivo remitió un proyecto de impuesto a las verrugas y fue derrotado, porque a nadie se le había ocurrido clavar también a sus bancas a los legisladores oficialistas... Esto enfureció tanto al rey, que el Primer Ministro fue ejecutado, el parlamento disuelto con una batería de artillería, y el gobierno del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo, desapareció a cambio de una nueva tiranía y hasta que la misma se pasara de moda”.
Vuelvo a enfatizar, cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia. Me pareció interesante. Más allá de lo duro del cuento, al igual que las citas que usamos el año pasado de Swift o Twain también criticando a sus gobiernos y sistemas judiciales, evidentemente en los países de donde provenían hubo evolución. Esos países con el tiempo mejoraron, tal vez ninguno sea perfecto aun hoy, pero claramente cambiaron y sus instituciones se estabilizaron. De una u otra manera la decencia ganó terreno. Así que es cuestión de persistir, de seguir insistiendo en lo bueno y de buscar mejorar, de confiar y trabajar para que en alguna generación, lo que dice este cuento no nos suene tan real y cercano. Para que esa futura e hipotética generación en la que ponemos esperanzas, pueda asombrarse y reírse de cuentos como éste sin tener que auto-compadecerse.
J. R. Lucks
Bibliografía
a) El cuento adaptado para esta columna, fue tomado de un original incluido bajo la definición de la palabra “Oposición”, en el Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce. Una versión digital del mismo puede encontrase en la siguiente dirección web:
http://www.ciudadseva.com/textos/otros/dicdia02.htm
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