jueves, abril 26, 2007

26-04-07. Cada cual a lo suyo, o perdemos a los expertos.

Hoy voy a empezar directamente con un cuento. Es un cuento que leí una vez en un libro (a) de Pacho O’Donnel. El dice haberlo adaptado de un original de Khalil Gibran, que seguramente los escuchó en algún otro lado y así sucesivamente. La versión, lucksizada como siempre, dice así:


Un día de esos en los que pasan cosas únicas y fantásticas, o sea un día como cualquier otro, un señor iba caminando por cierta calle de un hermoso pueblo de montaña. El paisaje, definitivamente sublime. Tanto era así, que los ojos de este señor no pudieron llamarse a silencio y se dijeron entre ellos. - ¡Ves esa montaña inmensa! ¡Preciosa! Aquella… la que está atravesada por esa increíblemente fantástica nube celeste… - ¡Magnifica! - se contestaron a sí mismos.

Haciendo su trabajo, eficientemente por cierto, estaba el oído, que a pesar de haber estado dedicado al canto de los pájaros, no pudo dejar pasar la conversación de los ojos entre sí. Ante tan notable descripción, no logró seguir con lo que le ocupaba. Por lo tanto, se puso a escuchar atentamente, para verificar lo que los ojos decían. Luego de un rato, fastidiado, se dijo a sí mismo: - ¿Pero donde está esa famosa montaña?, yo no la oigo... estos ojos se volvieron locos.
Al sentir tan airado reclamo, la mano se animó a decir - Yo hace rato que estoy tratando de palparla, y… ¡nada de nada!
- Ya me parecía - exclama el oído con un cierto tono de satisfacción.
- Lo que puede estar pasando… - intenta justificar la mano.
- ¡Nada! - interrumpe abruptamente el oído - lo que está pasando, es que estos ojos están fuera de sí.
Oídos y manos, turbados ya por la situación, se decidieron entonces a entrevistar a la nariz, que cómo era un poco tímida, y por proximidad, algo amiga de los ojos, no decía palabra.
-¿Y tú nariz, que dices? – pregunta airada y un poco malintencionadamente el oído.
- La verdad, es que desde que los ojos hablaron estoy tratando de olerla, y, sinceramente, no creo que haya tal montaña. Me parece que el oído tiene algo de razón, los ojos deben estar locos.
El oído entonces, en representación del resto y por tener conexiones bien profundas en el cerebro, lo convence de que no le haga más caso a los ojos: - Están viendo cosas que no existen - Le dijo en voz muy baja para que los imputados no se percatasen. Dicho y hecho, tanto el cerebro, como los otros órganos y apéndices, dejaron de hacerle caso a los ojos.

A todo esto el hombre seguía caminando. Como nadie le hacía caso a los ojos, el hombre iba un poco hacia la izquierda persiguiendo algún aroma, otro poco hacia la derecha prestando atención a un sonido… y de repente… ¡Zaz!.. Se cayó en un pozo.

Los médicos que lo atendieron en la sala de emergencias, lo compusieron bastante bien. Sin embargo, nunca pudieron entender como un golpe no tan fuerte, había dejado a nuestro pobre hombre, completamente ciego.


Varias cosas me trae a la mente este cuentito. Cosas que me hacen pensar de vuelta en la campaña electoral, en los diarios o en las estadísticas escritas para algunos gobernantes, en las frases tiradas por allí como acusaciones que con suerte incluyen medias verdades, ya que a veces ni eso.

El punto de vista de los ojos no tiene que ver con el del oído. Este oído conspirador, no logra aceptar la visión de los ojos. Si no oye por sí mismo no cree. Luego en base a su opinión, parcial, incita a los demás y los encolumna tras de él. Termina logrando desacreditar a los ojos, y el cerebro le cree. Creo que hay varias cosas que aprender de acá. Algunas para nosotros, como el respetar los puntos de vista de otros. O al menos preguntar. A los pobres ojos nadie le pregunto porqué decían haber visto a la montaña. Pero también hay otras enseñanzas.

En épocas de campaña, se dicen muchas cosas por mucha gente que pretende ver siendo oído, o escuchar siendo mano. Sería maravilloso que esta gente no lo hiciese. Pero si bien no podemos prohibirle hablar a nadie, gracias a Dios, también es cierto que no tenemos obligación de escucharlos. Si el que habla de algo no es el experto, si el que afirma cierta cosa no tiene mucha experiencia en la materia, ¿no sería mejor que preguntemos a algún experto antes de creerles? Digo para no caernos de vuelta en los mismos pozos en los que alguna vez ya hemos caído. Ahora todo el mundo habla del tráfico. Cuantos realmente estudiaron como para saber tanto del tema. Todo el mundo habla y tiene soluciones para el déficit habitacional o el control de las inundaciones, yo me pregunto: ¿cuántos estudiaron planeamiento urbano?, o ¿dónde están los expertos que los asesoran? De economía ni hablar, pareciera que con el jardín de infantes completo ya se es un experto en economía, o en tendencias y herramientas de desarrollo sustentable. ¿Cuándo aprendieron tanto?, ¿dónde?, así mandamos a los chicos a esas escuelas.

Tal vez, lo más lamentable que sucede en este cuento, nos deja otra cosa que pensar. El experto se termina yendo porque nadie le hace caso. Si todos escuchamos a cualquiera, si obramos y votamos por los ruidos y opiniones sin fundamento que pululan por allí, sí sólo hacemos caso a los argumentos que se usan para desacreditar al oponente, muy probablemente vamos a terminar perdiendo a los que saben. Cuidémonos, escuchemos al oído, pero también a los ojos a la nariz y a las manos, puede ser que ninguno sea el dueño de la verdad. Está en nosotros sacar conclusiones, pero sólo después de habernos cerciorado de los nos dicen.



J. R. Lucks


Bibliografía

(a) El prójimo, Pacho O’Donnell. Editorial Planeta, año 2001.

jueves, abril 19, 2007

19-04-07. La risa y las balas que causan alergia.

Hoy les quiero hablar de la risa.

Los otros días, un amigo que me crucé, un poco de casualidad y otro poco por andar buscándolo, me encontró un poco enojado, como sacado de mis cabales, aparte un poco des…., y me dijo “vos lo que tenés que hacer es reírte de vos mismo”. Lo escuché con atención, intentando encontrar el fondo de lo que me decía, y a pesar de que en ese momento no pude, igualmente me cambió el ánimo. Me dio por un lado lo que sentí como una luz de esperanza en ese momento de caída. Pero por sobre todo algo para trabajar: entender que significaba esto de reírse de uno mismo. Está claro que mi amigo no me recomendaba ser cruel con mi propia situación y reírme o gozar con mi dolor de alguna forma masoquista. Me invitaba a dos cosas que creo haber entendido, después de haber buscado y rebuscado, entender.

Por un lado me recomendaba una de las medicinas más baratas, shh que no nos oigan los laboratorios. Anduve un poco por la web entendiendo algo de la risa, y no es novedad, pero la risa se ha transformado en una forma de terapia, de hecho se la llama risoterapia. En una página científica (a) que explica los efectos de la risoterapia dice que la risa aporta múltiples beneficios:


“... rejuvenece, elimina el estrés, las tensiones, la ansiedad, la depresión, el colesterol; adelgaza, ayuda a combatir los dolores, el insomnio, los problemas cardiovasculares, respiratorios y en general de cualquier enfermedad. Dicen los expertos que hasta 400 músculos se ponen en actividad en un ataque de risa. Los pulmones mueven el doble del volúmen de aire, lo que mejora la oxigenación de la sangre y los tejidos. Los abdominales se contraen con sacudidas que terminan por brindarles un excelente masaje a los órganos internos. Las piernas y los brazos se relajan, y se estiran los huesos de la columna, lugar donde se acumulan tensiones”.

No se como todavía el gobierno no cobra impuestos por esto. Pero eso no es todo: la risa además estimula las endorfinas, que son unas hormonas que tienen un efecto muy importante en el refuerzo del sistema inmune, por lo tanto, mientras estamos de buen humor, estamos mejor protegidos contra cualquier enfermedad o virus. Pero mi amigo no me recomendaba reírme solamente, sino reírme de mi mismo. Había algo más. Así que me puse a buscar en los cuentos algo que me iluminara, que me diese una pista de cómo hacer esto pero bien, o sea creciendo en el proceso, curándome no hiriéndome más.

Encontré un par de cosas. Primero un cuento muy chiquito que dice así:

A un señor, como cualquiera de nosotros, se le habían casado hacía muy poco sus dos hijos. Una mujer y un varón. Un conocido se lo encuentra por la calle y le pregunta como van los matrimonios. El padre de los recién casados contesta:
- Sinceramente más o menos. Con María muy bien, se encontró un caballero encantado que la trata como a una reina. Le ha regalado un coche, le compra todas las joyas que quiere y le ha contratado un montón de sirvientes. Incluso le lleva el desayuno a la cama y le permite levantarse a la hora que quiera. ¡Un verdadero encanto de hombre!"
- En cambio José ha tenido tan mala suerte… a su mujer el pobre le ha regalado un coche, la ha cubierto de joyas y ha puesto a su servicio no se cuantos criados... ¡Y ella se queda en la cama hasta el mediodía! ¡Ni siquiera se levanta para prepararle el desayuno!"

Se entiende no. Puntos de vista. Lo que para la hija era maravilloso hacía de su nuera una mala mujer. Y lo que pensé fue eso. Para reírme de mi mismo, sólo alcanza con cambiar el punto de vista. Me imaginaba por ejemplo cuando estoy en el tráfico, enojado, desesperado… y me dije a mi mismo: que pasa si veo a un tipo así pero en una película, en uno de esos grotescos exagerados. Seguro que me río, me causa gracia, y si la situación me causa gracia porque no reírme de la misma situación cuando me pasa a mí. Me pareció que era una buena idea para empezar a trabajar esto de reírme de mí mismo. Si disfrutamos con cosas absurdas que les pasan a los demás, porque no intentarlo sobre las que nos pasan o las que producimos nosotros: como peleas con seres queridos por tonterías, o estados de nerviosismo por llegar tarde a lugares en los que no nos esperan y cosas así. Esto ni siquiera implica ponerse en el lugar del otro, sólo ponernos en espectadores de nosotros mismos. No me pareció tan imposible. Y si eso me hace reír, que hace bien, y aparte me ayuda a relajarme y a poder alejar una amargura por reírme de mis actitudes tontas, ¿porqué no intentarlo al menos?

En fin, me pareció interesante y lo quise compartir. Pero estaba enganchado, así que seguí buscando cuentos y encontré otro (b) que me pareció fantástico, porque va un pasito más allá. Es de alguien que no sólo se ríe de sí mismo, sino que por su actitud cambia el humor de los que lo rodean y hace que algo que seguramente iba a ser malo se transforme en bueno. La versión lucksizada dice así:

José es un tipo que siempre está de buen humor. Siempre le busca el lado positivo a las cosas, y la verdad, es que de tanto buscar siempre se las encuentra.
Cuando alguien le pregunta como hace, el responde:
- Cada mañana me despierto y me digo a mi mismo: hoy tenés dos opciones: podés escoger estar de buen humor o de mal humor. Y siempre elijo estar de buen humor. Cada vez que me sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello, y escojo aprender de ello. Todo en la vida es acerca de elecciones. Vos elegís cómo reaccionas ante cada situación, vos elegís cómo la gente afectará tu estado de ánimo.
Un día a José lo asaltaron. Mientras buscaba en sus bolsillos para entregar su billetera, nervioso por la situación la dejó caer al piso. Los asaltantes se asustaron y le dispararon. Por suerte fue encontrado relativamente pronto y llevado de emergencia a una clínica. Después de ocho horas de cirugía y semanas de terapia intensiva, mi amigo fue dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo. Me encontré con él seis meses después del accidente, y cuando le pregunté como estaba, me respondió como era habitual: de muy buen humor.
Le pregunté que pasó por su mente en el momento en que lo llevaban al quirófano. Contestó:
- Los médicos estuvieron muy bien. No dejaban de decirme que iba a mejorar. Pero cuando me llevaron al quirófano, y vi las expresiones en las caras de los médicos y enfermeras, realmente me asusté.
Podía leer en sus ojos que en verdad era muy grave. Supe entonces que tenía que hacer algo con su actitud.
- ¿Qué hiciste?, pregunté.
- Bueno, uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grité: Si, a las balas
- Mientras reían, les dije: estoy eligiendo vivir, opérenme como si estuviera vivo, no muerto.
Mi amigo vivió porque los médicos eran muy buenos, pero sobre todo por su asombrosa actitud.


¿Gustó? Reírse. Reírse de uno mismo. Y por sobre todo actitud positiva. Ojalá nos animemos, porque la fórmula no falla y por ahora es gratis.




J. R. Lucks





Bibliografía

(a) Material obtenido en la siguiente dirección web:
http://www.familia.cl/ciencia/risoterapia/risoterapia2.htm

(b) Otra versión de esta historia puede hallarse en la siguiente dirección web:
http://www.geomundos.com/salud/espiritualidad/la-historia-de-pepe_doc_9505.html

jueves, abril 12, 2007

12-04-07. Los Datileros y las políticas de estado.

Hoy les quiero hablar de las políticas de estado. Término interesante. Los otros días, alguien hablando de Malvinas, y el tratamiento que los distintos gobiernos le han dado al asunto, decía que en este país no había políticas de estado. Este entendido sostenía que un tema como Malvinas se resuelve en muchos años de negociación, que no es privativo de un gobierno en particular. Aseguraba que se requiere una política de estado con respecto al tema y que luego de mucho tiempo de coherencia se llega a un resultado. Acá pasamos del frío al calor, de la guerra a las tarjetas de navidad y a los pingüinos de peluche, del acercamiento a la tirantez, y por lo tanto el asunto comienza y vuelve a comenzar y nunca se termina.

El asunto, en realidad, no tiene que ver sólo con esto. Hay un montón de temas que no se resuelven en los cuatro u ocho años que dura el período más la reelección permitida. Obviamente la reelección permanente no debe llamarse política de estado, eso es otra cosa, y esa cosa no es buena.

Pero ¿cómo lograr que alguien tome decisiones cuyo beneficio caiga en el período de otro? ¿Cómo hacer para que en temas como educación o salud pública, o incluso en cosas más triviales como la política ganadera o la estabilidad de la moneda, se tomen medidas de mediano y largo plazo en vez de sólo medidas de corto que son pan para hoy y hambre para mañana?

Así que traje un cuentito (a) que tiene que ver un poco con este tema. La lucksización del mismo dio el siguiente resultado:


En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba de rodillas el sabio Elías cavando intensamente en la arena que lo rodeaba.
Pasaba por allí Jocobo, el acaudalado mercader y prestamista de la zona. Justamente al detenerse en el oasis a abrevar sus camellos, vio a Elías transpirando y muy concentrado en su ardua tarea.
Jacobo, más intrigado que amable, saluda: - ¿Que tal anciano? La paz sea contigo.
- También contigo - contestó Elías sin dejar su tarea.
El curioso mercader, sin poder contenerse, pregunta: - ¿Que haces aquí, con esta temperatura y trabajando tan arduamente?
- Siembro plantas de dátiles - contesto el viejo Elías.
- ¡Dátiles! - repitió Jacobo, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez.- El calor te ha dañado el cerebro querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a refrescarnos.
- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
- Dime, querido Elías: ¿Cuántos años tienes?
- No se... setenta, ochenta, no se… lo he olvidado... pero eso, ¿Quéimporta?- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer, y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
- Préstame atención estimado Jacobo, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido que plantó los que yo comí, o que comerá los que yo plante, vale la pena terminar mi tarea.


Interesante ¿no? Alguna vez hay que plantar los datileros. Si nadie hubiese plantado el primero no habría ni semillas. Las políticas de estado son como estas plantas, dan resultados a largo plazo. Se siembran hoy y los frutos los recogen nuestros hijos o nietos.

Lo lamentable muchas veces, es que casi podría decirse que si un político esta hablando de algo que no se resuelve en su mandato, existe una virtual garantía de que en vez de propuestas serias sólo se esté “usando” el tema para captar votos.

La pregunta es: ¿cómo hacerles entender de que los temas que no se resuelven en su mandato igual son importantes?, y no para “usarlos” en la campaña. Porque una cosa es hablar de Malvinas, o de educación, o de empleo digno sostenible, y otra cosa es tomar medidas concretas hoy para que algún día esas cosas dejen de ser problema.

¿Cómo se convence a un político de que plante dátiles? El cuento termina así:


- Como siempre me has dado una gran lección, Elías - dice Jacobo. - Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste.
- Te agradezco tus monedas, amigo - contesta agradecido Elías. -Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.


La gente no es estúpida, las medidas que se entienden a largo plazo, que se explican y se fundamentan correctamente y no a los gritos, consiguen votos también. Es probable que los conseguidos con demagogia sean más fáciles y por eso no pareciera nadie querer hacer el esfuerzo. Pero si hay algún mensaje en este cuento para nosotros, es que sembrar para el futuro da frutos hoy en día, aunque más no sea el agradecimiento de los que nos rodean y la satisfacción del deber cumplido.


J. R. Lucks




Bibliografía:
(a) Otra versión de este cuento puede encontrarse en:
http://trazandocaminos.blogspot.com/2007/04/los-datileros.html